Espero
que hayan pasado un Feliz año y unos Felices Reyes en familia, que
al final es lo mas importante, pasarlo en familia, es una bendición.
Hoy
sentí la necesidad de hablarles de la fe, en estos tiempos tan
duros. Comienzo a observar la violencia en el mundo, el odio que hay
a tu alrededor, la decadencia moral, que a veces me parece quedarme
sin fuerza, cuando oro y oro. Pero estoy segura que el Señor me
escucha.
No
debemos olvidar en nuestra oración diaria, dedicarle 5 0 10 minutos
de oración de desagrabio y pedir perdón por nuestras faltas y las
del mundo entero.
Pero
insisto deseo hablarles de fe. Hay días en los que quisiera tener la
fe del grano de mostaza, la fe que mueve montañas y traslada
palmeras (Mt. 17, 20 y Lc. 17, 6)
Días
en los que siento que las montañas que hay que mover son más
pesadas e imposibles que nunca, y ni hablar de las palmeras, ahí
están, quietecitas, ni la más ligera brisa las bambolea.
Cada
quien tiene sus montañas y palmeras que le urge trasladar al mar:
¿las reconoces en tu vida?
Cuando
recorro los relatos del Evangelio me tropiezo con lo mismo: los
milagros de Jesús son la respuesta a la fe expectante de las
personas que acuden al Maestro: la hemorroísa, el centurión romano,
la mujer cananea, el leproso, el ciego a la entrada de Jericó,…
Siempre
recuerdo que Jesús no pudo hacer muchos milagros en Nazaret, la
aldea donde se había criado, porque no encontró allí mucha fe
(Marco 6, 1-6). También tengo delante de los ojos lo que le dijo a
Jairo cuando vinieron a contarle que su hijita había muerto: "No
temas, solamente ten fe" (Marcos 5,36)
O
cuando reprendió al padre del muchacho epiléptico: "¡Qué es
eso de que si puedes!, ¡todo es posible para quien cree!". El
hombre, que entendió de que iba Jesús, gritó con todo su corazón:"
, ayuda a mi poca fe" (Marcos 9, 23-24)
Hago
mía la plegaria de este buen hombre. Su humildad me conmueve.
Sí,
porque esta fe que transforma la situaciones, esta fe que logra lo
que humanamente parece imposible, no es fruto de nuestros esfuerzos,
es puro regalo de Dios, don de Dios.
Esta
fe es hermanita de la humildad más profunda. Por eso van juntas de
la mano. Es cuando te arrojas en los brazos del Señor y te rindes a
sus pies, e insistes como la vieja majadera ante el juez impío, (Lc.
18, 1-8), no como el amigo inoportuno molestando a la medianoche (Lc.
11, 5-13).
Por
ello vamos a fiarnos de Dios, vamos entregarle, nuestra angustia,
vamos a soltarlo y tengamos FE siempre, siempre FE.
Hasta
la próxima
©Beatriz
Martín
10/01/2023