A
la espera de una tutoría en los pasillos de formación, me
puse a pensar, Diosito cuéntame qué puedo aprender en el día de
hoy, cómo hago para conversar contigo un ratito, una guía que me
ayude, y en instantes.. empecé a escribir...
Le
pedimos a Jesús que entre en nuestras vidas, él, siempre está a la
espera que abramos las puertas de nuestro corazón, de invitarlo a
pasar para conversar. Primero le hablo de nuestras heridas, de
nuestro pasado, que siempre hiere y entonces aparece lágrimas de
sanación, de liberación.
También
nos ponemos a su disposición para consolarle por la profunda
tristeza que su corazón siente, por la lejanía y frialdad de sus
hijos, sobre todo lo más jóvenes que están atrapados en el alcohol
o drogas, sus lágrimas a flor de piel, por no hablar de los niños
que son atrapados en el mundo de la pornografía infantil, o que son
secuestrados, por los refugiados, los que no tienen patria, están
perdidos, los que están en el paro llenos de angustia. Jesús llora
y entonces lo consolamos, nos acercamos al huerto de los olivos y en
silencio lo acompañamos.
Pero
sigo pensando, y cómo olvidar darle gracias por todo lo que tenemos
y lo que no tenemos, reconocerle como nuestro único Salvador, le
damos gracias por el maravilloso regalo de quedarse aquí en la
tierra a través de su cuerpo y su sangre, también doy gracias por
los amaneceres y ocasos, por la gente bonita que conozco y me aporta,
también por aquellas cruces o cosas que no comprendemos y que no nos
gusta.
Pero
me digo aquí viene el mas importante, escucharle, el silencio mas
difícil de todos, es su presencia de amor y de paz que nos mueve el
alma y nos da luz , ese quedarnos en silencio nuevamente para
dejarnos amar y amarlo.
…
Llegó
mi tutora, un alma bonita, la pluma cesó y mi corazón calló y yo
me incorporé al mundo de la formación.
Hasta
la próxima. Que Dios los bendiga.
©Beatriz
Martín
17/06/21