Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Escrita por Santa Isabel de la Trinidad, el 21 de noviembre de 1904, cuando tenía 24 años, y traducida en no menos de 32 idiomas.
¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! ¡Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad! Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Inunda mi alma de paz; haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser, toda despierta en la fe, toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.
¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu Corazón; quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte? hasta morir! Pero siento mi impotencia y te pido ser revestida de Ti mismo; identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti, para que mi vida nono sea sino un destello de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. ¡Oh, Astro mío querido!, fascíname para que no pueda salir de tu esplendor.
SANTA ISABEL DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Hasta la próxima amigos,
que Dios les bendiga
Beatriz Martín