Antecedentes:
El
nombre Halloween es la deformación americana del término, en el
inglés de Irlanda, «All Hollows´ Eve»: Vigilia de Todos los
Santos. Debido a la costumbre inglesa de contraer los nombres para
una pronunciación más rápida y directa, esto derivó en el
definitivo "Halloween", aunque la fiesta religiosa
original, no tiene nada tiene que ver con la celebración del
Halloween actual.
Esta
antiquísima fiesta cristiana llegó a Estados Unidos junto con los
emigrantes irlandeses, que tenían una profunda devoción por los
santos. Y allí echó raíces para sufrir paulatinamente una radical
transformación, perdiendo el sentido católico de esa noche y
acentuando el aspecto de terror y fantasmas, donde los muertos se
alzan atormentando a los vivos. Y que se fue transformando en un
carnaval del terror y una oportunidad para el consumo.
Desde antes del Cristianismo
La
fiesta se remonta, en realidad, a tiempos anteriores al cristianismo.
Hacia el siglo VI antes de Cristo, los antiguos celtas del norte de
Europa celebraban el 1 de noviembre, como el primer día del año. La
fiesta de Samhein, fiesta del sol, que comenzaba la noche del 31
de octubre, marcaba el fin del verano y de las cosechas. Creían que
en aquella noche, el dios de la muerte permitía a los difuntos
volver a la tierra, fomentando un ambiente de muerte y terror. La
separación entre los vivos y los muertos se disolvía aquella noche,
haciendo posible la comunicación entre unos y otros. Según la
religión celta, las almas de algunos difuntos estaban atrapadas
dentro de animales feroces y podían ser liberadas ofreciendo a los
dioses sacrificios de toda índole, incluso sacrificios humanos.
Creían que esa noche los espíritus malignos, fantasmas y otros
monstruos salían libremente para aterrorizar a los hombres.
Cuando
los pueblos celtas se convirtieron al cristianismo, no todos
renunciaron a las costumbres paganas. En el siglo VIII, el
cristianismo colocó la fiesta de Todos los Santos el 1º de
Noviembre, quedando así la noche del 31 de octubre, como la Vigilia
de esa gran fiesta.
Sin
embargo el “Halloween” que hoy se celebra muy poco tiene que ver
con los celtas, y menos aún con la fe cristiana. Es un fenómeno
completamente estadounidense.
Lo
primero es tomar conciencia, que este tipo de fiesta ofende
profundamente a Dios y entristece su corazón, porque de forma
inconsciente al participar en ella le abrimos las puertas a ídolos
falsos, que bajo esas luces en forma burlezca de calabazas y
fantasmas está el espiritismo intentando penetrar en las almas de
los mas jóvenes y niños.
No
es solo solo fenómeno comercial, como podemos darnos cuenta cada año
que pasa se celebra como una fecha importante, películas, series,
literaturas, propuestas culturales de tipo esotérico, y
espiritista, obviamente opuesto a nuestra fe cristiana, que
ingenuamente se ha tomado como diversión e inofensiva.
No
pensamos que haya que condenar demonizando la fiesta, pero sí
informar al menos sobre el origen y sentido del fenómeno, y ver que
se da una excelente oportunidad para hablar de los santos, la muerte
y la vida eterna (en vísperas del 1 y 2 de noviembre) anunciando la
buena noticia del amor de Dios que nos salva, rescatándonos de toda
forma de mal.
Un
especialista europeo en este tema (P. Gulisano), recomienda a padres
y educadores:
"Educadores
y familias deberían movilizarse contra la falta de educación, de
buen gusto, contra la profanación del misterio de la muerte y de la
vida tras la muerte, pero no es fácil ir contra corriente, desafiar
las modas imperantes. En mi opinión se puede y se debe hacer fiesta.
El 1 de noviembre, que fue el Año Nuevo celta y luego Todos los
Santos, es una festividad extraordinaria para los cristianos, y no
vale la pena dejarla en manos de charlatanes y ocultistas. No hay que
tener miedo del Halloween «malo», y por esto hay que conocerlo
bien. Halloween, de todas formas, no se puede ignorar, y forma parte
ya del escenario de nuestros tiempos".
Creo
que nuestro trabajo es seguir a Jesús, y celebrar los santos en la
víspera del 1 de noviembre, es celebrar la vida, la victoria del
amor sobre el odio, la victoria de la vida sobre la muerte, la
victoria de Jesucristo que es nuestra, porque estamos unidos a él.
Los
cristiano debemos detenernos para discernir frente al consumo de
fenómenos que si en sí mismos pueden parecer inofensivos, abren la
puerta a no pocos peligros y tergiversaciones del sentido de la vida
y de la muerte,
Sin
la fe en Dios, el ser humano se arrastra hacia la necesidad de
protegerse de fuerzas extrañas que no puede dominar, llenándose de
miedo y buscando solución en ese mismo mundo lleno de espíritus,
fantasmas y "energías".
Como cristianos, profesamos que solo
Jesucristo nos libera de la muerte y de toda forma de mal. Solo Él
es la luz que brilla en la oscuridad de los largos inviernos
espirituales del hombre. Solo El le da sentido al sufrimiento con su
Cruz. Solo El es vencedor sobre el horror y la muerte. Solo Dios
basta para quién ha recibido la gracia y vive como discípulo de
Cristo.
©Beatriz
Martín
29/10/21